“Sine amicita vita esse nullam…” (Cicero)[1]
Ya son un poco más de dos años de
que escribí la última entrada en este blog y meditando un rato, me pareció que
era justo y necesario el recuperar este medio con el fin de compartir con
ustedes algunas experiencias y reflexiones que he tenido a lo largo de éste
tiempo. Pensando el tema con el cual iba a
regresar a escribir me pareció que la mejor forma era
escribir sobe algo que, en lo personal tiene mucho peso, que valoro demasiado y que sin duda he
buscado cualquier medio para hablar del tema. Este tema que quiero compartir y reflexionar
hoy con ustedes es el de la amistad, donde buscaré exponer algunos aspectos que
considero son importantes recordar para la vivencia plena de la misma. Con ésta intención tomaré como referencia y motivación un trabajo de mi hermano de
comunidad Bernardo Valle (CCR), quien ya ha tratado este tema con anterioridad y sin duda, lo ha hecho de
una forma brillante.
Quien me conoce
bien sabrá que la frase (en latín) con la que comienza el texto, se ha vuelto
en mí vida un lema, una reflexión constante y en muchas ocasiones un reto. Pero sobre
todo, en una motivación permanente dentro de mi caminar. Y en efecto ¿Qué sería
la vida sin alguien con quién compartirla, sufrirla, llorarla? ¿Sin alguien con
quién reírse, gozar, disfrutar, reflexionar? En una sola pregunta ¿Qué serían
la vida sin un amigo con quién vivirla? En definitiva me parece que una vida así, en
soledad, no sería vida. Una vida así sería fácilmente estimada en nada. Ustedes
no me dejarán mentir y si echamos una mirada a nuestro pasado, sin duda
estarán presentes en nosotros, recuerdos de momentos increíbles, momentos que han marcado nuestro presente. En cada uno de esos recuerdos podemos reconocer
la presencia, quizá no siempre física, de alguien que ha estado a nuestro lado, que nos ha dado su mano en señal de apoyo, que nos ha
enseñado, alguien que nos ha levantado,
empujado e incluso correguido cuando fue necesario.
Por qué “quien
ha encontrado un amigo ha encontrado un tesoro”[2],
descubrimos que dicho tesoro es mucho más grande que un “amigo” en alguna red
social (se me ocurre mmm...Facebook por ejemplo) o que no se mide por el número
de seguidores en Twitter, instagram, snapchat, etc. Descubrimos que un amigo no es aquel compañero
del momento, de la fiesta y del relajo. Que la amistad muchas veces trasciende
nuestra realidad, que va más allá de nuestros defectos y de nuestros errores.
Que la verdadera amistad no busca ningún otro interés más que la felicidad y el
bien del otro, y que por esta razón, es indispensable el perdón y el sacrificio
como elementos esenciales. Descubrimos pues que el amigo, (el verdadero amigo) es aquel que no
sólo te acerca a la santidad, sino que camina contigo hombro con hombro, que se
entrega, te anima y a veces te carga. Un amigo es aquel en el que encuentras la
viva imagen de Cristo y por el cual tú también buscas ser cada día mejor. Por
esto es indispensable que se dé la amistad en un clima propicio como es el de
la virtud. Dice Santo Tomás de Aquino: “Obviamente
es mejor para él el vivir con amigos y hombres virtuosos que con otros y
extraños. Así, es claro que el hombre feliz necesita amigos.”[3]
Los más
cercanos me habrán escuchado decir que a mí no me gusta el término “mejor amigo”,
pues sí yo dijera: tengo cinco, diez, veinte amigos pero sólo un mejor amigo, posiblemente estaría midiendo la amistad en términos de calidad y así desprestigiaría a las otras amistades de menor "calidad". Yo no soy muy a fin de defender la idea de los
mejores amigos, pues aunque es cierto que habrá algunos con los cuales tenga
mayor interacción y convivencia, la amistad plena y desinteresada trasciende
incluso eso. Una amistad plena no ha de medirse en cada cuanto veo a tal o cual
amigo, en medir el tiempo que paso con él. Sí es que se puede llegar a “medir” sólo sería en relación a ¿qué tanto
estoy dispuesto a sacrificarme por el otro? ¿Qué tanto estoy dispuesto a
perdonar? ¿Qué tanto estoy comprometido su santidad?
Yo quiero ser
feliz y es evidente que no lo puedo ser solo, ensimismado, encerrado en un
egocentrismo que enferma, que aleja. Yo quiero ser santo y por esta razón
quiero caminar con ustedes, con mis amigos. Bajo este propósito quiero
agradecerles a ustedes mis amigos, que ahora leen esto, por qué han estado en los
momentos especiales, agradecer infinitamente su oración, comprensión y apoyo en
mi camino como consagrado. Así mismo quisiera aprovechar el momento para pedir
perdón a todo aquel a quien he llamado amigo y que quizá no lo he demostrado
con mis actos, a quienes he llamado amigo, pero lo he ofendido o no he sabido perdonar. Pido perdón por si el sacrificio ha sido poco y la entrega, mediocre e insuficiente. Sin duda hay
muchísimo más que decir sobre el tema de la amistad, mucho más que agradecer y
mucho más de que pedir perdón, sin embargo por el momento quiero que sepan que
estoy consciente de que la amistad también se cosecha y da frutos por medio de
la oración y es por esta razón que diario los encomiendo a ustedes, sus
proyectos, su vocación personal. Sepan que además de pedir, sobre todo doy gracias al
Señor por ponerlos en mi vida. Así mismo los invito a poner en manos de Dios a
todos sus amigos y que Cristo sea el punto de unión de sus amistades, que Él
sea quien nos enseñe a amar y sacrificarnos por cada uno de ellos, pues “no hay
amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos” (Juan 15,13) y Cristo
ya dio su vida por nosotros, sus amigos.
El amigo, en fin, (es decir, el amigo cuya amistad se basa en el bien y
en la virtud), está dispuesto a realizar y realiza toda clase de sacrificios
por el amigo, incluido el sacrificio supremo de la propia vida. Todo esto
configura, sin duda, una concepción elevada de la amistad.[4]
Trabajos consultados:
Valle, Bernado. «Perdón
y sacrificio como signos esenciales de la verdadera amistad.» 2014.
Cicero.
«De amicitia»
[2] El
versículo completo dice: Un amigo fiel es poderoso protector, el que le encuentra
halla un tesoro Eclo 6, 14
[3] Hoc enim est contra communem omnium electionem: nullus
enim eligeret ut semper viveret secundum se ipsum, scilicet solus, etsi omnia
alia bona haberet; quia homo naturaliter est animal politicum et aptus natus
convivere aliis. Quia igitur felix habet ea quae sunt naturaliter bona homini,
conveniens est quod habeat cum quibus convivat. Manifestum est autem, quod
melius est ipsum convivere amicis et virtuosis, quam extraneis et quibuscumque.
Sent. Eth. lib.9 l. 10 n 7
[4] Calvo, T. La
concepción Aristotélica de la amistad. Pág. 5 Disponible en http://antiqua.gipuzkoakultura.net/pdf/calvo9.pdf
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